Conexión Caracas-La Habana: el puente aéreo de la represión
La relación entre Cuba y la Unión Soviética, detallada en la entrega anterior, muestra cómo la Revolución Cubana, tras romper con Estados Unidos, se alineó rápidamente con el bloque socialista, consolidando una dependencia económica y militar con la URSS. Durante más de tres décadas, esta alianza permitió a Cuba mantenerse a flote gracias a subsidios y acuerdos comerciales favorables, particularmente en productos como el azúcar y el níquel. La integración de Cuba en el COMECON y los subsidios soviéticos dieron una falsa apariencia de estabilidad, pero su único efecto real fue el ocultar la fragilidad del modelo económico cubano, que era incapaz de sostenerse por sí mismo sin la ayuda externa.
Sin embargo, el colapso de la Unión Soviética en 1991 sumió a Cuba en una crisis económica sin precedentes. Con la desaparición de los subsidios, la isla perdió el 80 por ciento de su comercio exterior, lo que provocó una contracción económica de gran magnitud. Conocido eufemísticamente como Periodo Especial, este tiempo se caracterizó por una extrema escasez de alimentos, medicinas y productos básicos que agravó las ineficiencias del sistema comunista y empujó a la población a niveles aún más hondos de miseria.
Sin embargo, a medida que la situación empeoraba, Cuba encontró en Venezuela, bajo el liderazgo de Hugo Chávez, un nuevo aliado dispuesto a proveer los recursos que habían desaparecido junto con la URSS. A cambio de petróleo venezolano entregado a precios subsidiados, Cuba ofreció personal médico, técnico y de inteligencia, consolidando una relación de dependencia mutua.
Al igual que con la URSS, la alianza con Venezuela permitió a Cuba prolongar la vida de su régimen, exportando su modelo represivo y asistencialista. La relación entre ambos países, como se explorará en este artículo de Quiero mi Cuba Libre, siguió un patrón similar al que Cuba mantuvo con la Unión Soviética, profundizando una nueva relación de dependencia y cultivando una falsa sensación de estabilidad basada en subsidios llegados del extranjero. Por el camino, Venezuela replicó las mismas dinámicas de control y centralización que llevaron a la isla al colapso, de modo que el país gobernado por Hugo Chávez, primero, y Nicolás Maduro, después, sufrió una destrucción progresiva de su economía y su tejido social, encaminándose hacia un futuro de pobreza estructural muy similar al legado de la etapa comunista cubana que aún se prolonga en la actualidad.
El abrazo que unió dos tiranías
La llegada de Hugo Chávez a La Habana el 13 de diciembre de 1994 marcó el inicio de una alianza que, lejos de promover la emancipación de los pueblos de América Latina, consolidó la expansión del socialismo autoritario en la región. En medio de la crisis que enfrentaba Cuba tras la caída de la Unión Soviética, el joven teniente coronel fue recibido con honores por Fidel Castro, anticipando la importancia que tendría Chávez para la supervivencia del régimen cubano. Para Fidel, Chávez representaba la oportunidad de mantener viva su revolución, extendiendo su influencia sobre un país rico en petróleo y apoyándose en un líder dispuesto a replicar su modelo político. Este primer encuentro, su abrazo simbólico selló una relación que no solo afectó severamente a ambos países, sino que, de hecho, fue crucial en la propagación del control y la represión comunista en Venezuela.
Fascinado por la figura de Fidel, Chávez encontró en él un mentor que lo guiaría en su propia búsqueda de poder absoluto en Venezuela. La admiración que desarrolló hacia el dictador cubano durante las largas conversaciones que sostuvieron durante aquel primer viaje no fue casual. Fidel, con su vasta experiencia en la manipulación política y la represión de la oposición, vio en el joven militar a un discípulo ideal que, de hecho, podía continuar su legado en el continente. Bajo la fachada de la “lucha” por la “igualdad” y la “justicia social”, lo que se gestaba en ese encuentro era un pacto para imponer en Venezuela un régimen autoritario similar al que había llevado a Cuba a convertirse en una cárcel de miseria y represión.
La alianza que se forjó en 1994 fue mucho más que una simple relación política. Puede entenderse, en términos de realpolitik, como un acuerdo estratégico suscrito por los líderes isleños para sostener su poder a toda costa. Chávez, por su parte, absorbió las tácticas de control y represión del castrismo, que pronto comenzó a replicar en Venezuela, tras proclamarse vencedor en unas elecciones a las que concurrió fingiendo ser un moderado.
La construcción de un modelo asistencialista y la manipulación de los recursos petroleros permitieron consolidar el nuevo régimen bolivariano de Chávez, mientras que la Cuba de Castro, empobrecida y aislada, encontró en Venezuela una fuente inagotable de apoyo y recursos que ayudó a maquillar el desastre comunista. Lejos de beneficiar a ambos pueblos, esta relación condenó a la sociedad de estos dos países a una espiral de pobreza y opresión, donde el control estatal y la represión política se vieron recrudecidas conforme fue pasando el tiempo.
Con la llegada de Chávez a la presidencia en 1999, la relación de Venezuela con Cuba no tardó en materializarse en una alianza oficial. A cambio de petróleo subsidiado, Cuba ofreció médicos, entrenadores deportivos y, más preocupante, asesores en seguridad y control político. De esta manera, Chávez no solo alimentó la economía cubana, sino que importó a Venezuela algunos de los elementos centrales del castrismo.
La alianza con Cuba no trajo prosperidad a Venezuela, sino que simplemente inspiró el mismo ciclo de dependencia y miseria que había caracterizado a la isla durante décadas. Lo que comenzó como una aparente colaboración entre dos “hermanos revolucionarios” se transformó pronto en un sistema de mutualismo perverso, en la medida en que ambos regímenes se sostenían el uno al otro a costa de sacrificar la libertad y el bienestar de sus ciudadanos. A medida que el control cubano sobre los aparatos de seguridad venezolanos se fue intensificando, Chávez fue consolidando un Estado policial capaz de aplastar cualquier forma de disidencia, todo siempre envuelto en la bandera de la “revolución”.
Lejos de ser un proyecto emancipador, la alianza entre Chávez y Castro simbolizó la exportación del socialismo autoritario a Venezuela, perpetuando las mismas políticas que habían sumido a Cuba en la pobreza y la represión. El abrazo en el aeropuerto José Martí fue, por tanto, el preludio de una relación que llevó a Venezuela por el mismo camino de colapso económico y control estatal que ya había sufrido Cuba originalmente. Las víctimas, por supuesto, fueron los ciudadanos de uno y otro territorio, que quedaron sujetos, en ambos casos, a décadas de gobiernos tiránicos, en ambos casos bajo el disfraz de la propaganda revolucionaria.
La importancia de la alianza
La alianza entre Cuba y Venezuela fue fundamental para ambos países, permitiendo a Cuba mantenerse a flote económicamente y ayudando a Hugo Chávez consolidar su poder en Venezuela. Para Cuba, que enfrentaba graves dificultades económicas tras el hundimiento de la URSS, la relación con Chávez se presentó como una oportunidad para obtener acceso a recursos cruciales, especialmente petróleo. Para Venezuela, la alianza trajo consigo apoyo político y estratégico por parte del castrismo, facilitando a Chávez el desarrollo de un modelo de gobierno autoritario inspirado en el propio régimen cubano.
En el año 2000, esta relación se formalizó mediante el Convenio Integral de Cooperación, un acuerdo que consolidaba la dependencia mutua entre ambas naciones. Bajo este pacto, Venezuela enviaba petróleo subsidiado a Cuba, a cambio del envío de miles de profesionales cubanos, principalmente médicos, maestros y entrenadores deportivos. Sin embargo, detrás de este intercambio aparentemente beneficioso, se encontraba una estrategia mucho más compleja.
Entre los “profesionales” enviados por Cuba también se incluían asesores en seguridad e inteligencia que jugaron un papel clave en el fortalecimiento del aparato represivo del Estado bolivariano. Este acuerdo no solo resolvió problemas económicos inmediatos para Cuba, sino que permitió a Chávez implementar un modelo de control social que le resultó esencial para perpetuarse en el poder más allá incluso de su muerte, como puso de manifiesto la transición hacia el liderazgo del actual presidente, Nicolás Maduro.
El Convenio permitió que la influencia cubana se expandiera en Venezuela, especialmente en áreas sensibles como la inteligencia y el control militar. A medida que Chávez consolidaba su gobierno, fue adoptando cada vez más las tácticas de represión política cubanas, basadas en la vigilancia y el control de la población. Los asesores cubanos proporcionaron conocimientos y experiencia que fueron cruciales para establecer un sistema de seguridad interna que suprimía cualquier forma de disidencia. De esta manera, Cuba no solo obtenía el petróleo que necesitaba desesperadamente, sino que extendía su modelo de gobierno represivo a uno de los países más grandes de Hispanoamérica.
La influencia cubana también fue clave en la integración del chavismo como corriente clave en el Foro de São Paulo, la organización de partidos y movimientos de extrema izquierda en Hispanoamérica con la que dichas fuerzas comunistas buscaban contrarrestar lo que describían como una supuesta “hegemonía neoliberal” en la región. Fundada por Fidel Castro y Lula da Silva, esta plataforma jugó un papel clave para que Chávez consolidara su liderazgo en la región y expandiera su proyecto bolivariano a otros países como Ecuador o Bolivia. A través del Foro de São Paulo, Chávez recibió el apoyo de otros líderes de izquierdas, pero además logró articular una narrativa de lucha “contra el imperialismo” que empleó para justificar su creciente autoritarismo. La integración de Venezuela en el grupo permitió a Chávez blindarse ante las críticas internacionales y consolidar una red de aliados regionales que defendían su proyecto político.
El impacto de esta alianza fue devastador para Venezuela. Aunque en los primeros años Chávez pudo mantener su popularidad gracias a programas sociales financiados por los altos precios del petróleo, la adopción del modelo cubano de control económico y social llevó al país a una crisis que fue revelándose poco a poco, hasta que la caída de los precios del crudo tumbó por completo la ilusión de progreso y puse manifiesto la cruda realidad.
Durante años, las políticas de expropiación, el control estatal de los medios de producción y la corrupción endémica habían destruido los fundamentos de crecimiento de la economía venezolana, pero los precios del petróleo, en máximos históricos, permitieron acompasar parcialmente estos golpes, aunque a costa de trasladar la actividad productiva del ámbito privado a la esfera pública. La ficción se vino abajo con la caída de los precios del crudo en 2014.
A medida que la crisis se profundizaba, la influencia cubana en las fuerzas de seguridad venezolanas permitió a Chávez y a su sucesor Maduro el poder mantenerse en el poder a través de la represión, sofocando de este modo cualquier intento de oposición. Lejos de traer beneficios para los pueblos de ambos países, el eje Caracas-La Habana favoreció a las élites gobernantes, siendo los ciudadanos quienes enfrentaron las consecuencias, pagando el precio a través del deterioro de sus libertades y de sus condiciones de vida. Ambas naciones enfrentan hoy una situación de crisis humanitaria sin precedentes.
Cuantificando el soporte venezolano
Según explican los investigadores de la Florida International University, Sergio Díaz-Briquets y Juan Carlos Albizu-Campos Espiñeira, en un trabajo titulado Systemic Failure and Demographic Outcomes: Cuba's Perfect Storm, las ayudas económicas de Venezuela a Cuba han sido cuantiosas, si bien es difícil ofrecer una estimación de las cantidades totales. Con todo, los datos disponibles sugieren que, en algunos años, la ayuda venezolana pudo haber igualado, o incluso superado, el apoyo que la isla recibía de la Unión Soviética.
Así, un análisis realizado por Mesa-Lago en 2019 combinó los ingresos obtenidos por las exportaciones de servicios médicos y profesionales, los subsidios en petróleo y los pagos de otros bienes de consumo, encontrando que estas distintas vías de ayuda alcanzaron un pico de 16.000 millones de dólares en 2012. Posteriormente, se redujeron a la mitad en 2017, descendiendo a alrededor de 8.000 millones de dólares, ante la aguda crisis económica de Venezuela.
La reducción de estos subsidios marcó el inicio de un nuevo periodo de contracción económica en Cuba, convertido en un país altamente dependiente de estas fuentes externas de ingresos a pesar de que los Castro y Díaz-Canel han justificado su tiranía en torno a un discurso de falsa “emancipación”.
La disminución del apoyo venezolano coincidió con otros factores que contribuyeron al deterioro económico de las condiciones observadas en Cuba, como las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, la pandemia del COVID-19, y el declive de la industria azucarera, un pilar tradicional de la economía cubana durante más de dos siglos. A pesar de los ingresos generados por el turismo, las remesas enviadas por quienes dejan el país y la continuación de las exportaciones de servicios médicos, la economía cubana mostró señales claras de retracción debido al bajo rendimiento del sistema económico comunista y la disminución de los ingresos extranjeros procedentes de la colaboración internacional con otras autocracias.
En términos de impacto, el repliegue de parte de la ayuda venezolana intensificó la crisis de recursos en sectores clave como la agricultura y el suministro de energía. Según los datos, el PIB de Cuba cayó un 10,9 por ciento solo en 2020, un año también marcado por la pandemia. La invasión rusa de Ucrania en 2022 añadió presión a la economía cubana, que en 2023 apenas había logrado recuperar los miserables niveles de 2018, con un crecimiento de apenas 1,3%.
La distorsión del apoyo venezolano ayudó a que se llegase a un crecimiento “pico” del 12,1 por ciento en 2006, una auténtica ficción que quedó al desnudo cuando el precio del crudo se vino abajo. Chávez, primero, y Maduro, después, se vieron obligados a recortar sus transferencias a la isla. La merma del apoyo venezolano y la acumulación de otros factores adversos han puesto de manifiesto las debilidades estructurales del sistema castrista.
La represión, consecuencia necesaria de la alianza “castro-chavista”
Cuba ha desempeñado un papel clave en la consolidación del régimen de Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro, particularmente en el ámbito de la seguridad y la represión política. Desde la derrota electoral de Chávez en 2007, cuando el autócrata perdió el referéndum sobre la reforma constitucional, La Habana comenzó a influir de manera directa en la inteligencia y en las fuerzas de seguridad venezolanas. Tras aquel episodio, la dependencia del gobierno venezolano de los asesores cubanos aumentó considerablemente, especialmente en lo referente al control y sometimiento de la oposición política. Cuba, con décadas de experiencia a sus espaldas en la represión de la disidencia y el control social, exportó sus métodos a Venezuela, contribuyendo a la creación de un aparato de vigilancia y represión que ha sido fundamental para mantener al chavismo en el poder, hasta el punto de que, en 2024, las elecciones presidenciales han culminado en un histórico fraude con el que se ha certificado nuevamente la naturaleza antidemocrática del régimen de Chávez y Maduro.
Uno de los aspectos más oscuros de esta colaboración ha sido la implementación de técnicas de tortura y represión con “acento cubano” en Venezuela. Testimonios de prisioneros políticos y activistas han revelado la presencia de agentes cubanos en los centros de detención y tortura del régimen bolivariano. Estas prácticas no solo están destinadas a obtener información, sino también a disuadir cualquier intento de organizar una oposición política al sistema imperante. El modelo cubano de represión, caracterizado por la vigilancia exhaustiva de la población y el uso sistemático de la violencia estatal, ha sido replicado en Venezuela con asesoría directa de La Habana. Tal intervención ha contribuido al aumento de la brutalidad policial y militar contra manifestantes, activistas y líderes opositores.
La presencia cubana en Venezuela no se limita a la represión interna, sino que también ha sido clave a la hora de brindar estabilidad al régimen de Maduro desde la crisis militar de 2002, cuando un intento de golpe de Estado estuvo a punto de derrocar a Hugo Chávez. Desde aquel momento, Cuba ha desplegado hasta 30.000 trabajadores en Venezuela, muchos de ellos en áreas sensibles como la inteligencia militar y la seguridad presidencial. Estos agentes cubanos se encargan de monitorear de cerca al ejército, asegurando de que no se repitan intentos de insurrección como el de 2002. Gracias a esta red de control, Chávez y Maduro han logrado mantener el apoyo de las Fuerzas Armadas, un factor clave en su permanencia en el poder, que se produce a costa del colapso económico y la emergencia humanitaria.
La comparación con otros regímenes latinoamericanos, como el de Evo Morales en Bolivia, resulta reveladora. Morales, quien también lideró un gobierno socialista y revolucionario la región, fue derrocado en 2019, tras perder el apoyo del Ejército boliviano. A diferencia de Venezuela, Bolivia no contaba con una red de control cubana, lo que permitió que el ejército “sugiriera” la renuncia de Morales sin que ello llevase aparejada una reacción significativa por parte de la inteligencia o las fuerzas de seguridad. En Venezuela, sin embargo, la presencia cubana ha asegurado que los militares se mantengan leales a Chávez y a Maduro, cerrando así cualquier posibilidad de quiebre en un régimen que, por descontado, manipula los resultados de los procesos electorales para cerrar asimismo cualquier posible vía de cambio a través de las urnas.
El citado fraude electoral perpetrado en las elecciones del 28 de julio de 2024 es un ejemplo más de cómo la influencia cubana ha ayudado a Maduro a consolidar su régimen. Las denuncias de la oposición sobre irregularidades en el recuento de votos y la grosera manipulación de los resultados no son nuevas en Venezuela, pero la red de control cubana ha permitido al gobierno manejar las crisis políticas sin perder el control. Mientras la comunidad internacional condena los resultados y exige transparencia, Cuba sigue siendo uno de los pocos aliados que apoyan abiertamente a Maduro, proporcionando asesoría sobre cómo manejar las repercusiones tanto internas como externas de sus maniobras antidemocráticas.
En conclusión, la influencia cubana en Venezuela ha sido determinante en la perpetuación de la dictadura chavista. Desde la asesoría en inteligencia y represión hasta el control militar y la manipulación electoral, Cuba ha exportado su modelo de control autoritario, asegurando la estabilidad de Chávez y Maduro a expensas del sufrimiento del pueblo venezolano. Esta alianza, que comenzó con el intercambio de recursos, se ha convertido con el tiempo en una verdadera maquinaria de represión política que ha suprimido cualquier posibilidad de cambio democrático en Venezuela.
Y finalmente miseria para los dos pueblos
La represión política y el control social implementados por el régimen de Maduro, con la influencia directa de Cuba, no solo aseguraron la permanencia del poder, sino que además facilitaron la imposición del mismo modelo de miseria económica que ha caracterizado al socialismo cubano, llevando a Venezuela a una catástrofe económica sin precedentes.
No en vano, la destrucción económica de Venezuela es uno de los legados más trágicos de las políticas comunistas implementadas bajo los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. A partir de 2013, el Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela comenzó a caer de manera dramática, perdiendo el 80 por ciento de su valor en una década. Esta catástrofe, que ha entrado por derecho en los libros de historia económica como uno de los hundimientos productivos que ha conocido la humanidad en tiempos modernos, fue causada por la destrucción sistemática de la economía de mercado, articulada a través de la expropiación masiva de empresas y la vulneración de la propiedad privada, el desmembramiento de la industria petrolera y la implementación de políticas de control de precios y de expansión monetaria que trajeron consigo una cruda situación de hiperinflación.
El deterioro económico de Venezuela se agravó con la caída de los precios del petróleo a partir de 2014, lo que dejó al país sin los ingresos que habían sostenido el gasto público y los programas asistencialistas con los que Chávez pretendía justificar su autoritarismo. En lugar de cambiar su modelo económico, el régimen de su sucesor Maduro se aferró a las mismas políticas fallidas, destruyendo lo poco que quedaba de la industria privada y utilizando las fuerzas de seguridad para reprimir cualquier intento de oposición.
A pesar de esto, Cuba continuó beneficiándose de los recursos venezolanos, consolidando su influencia sobre el país a través del control militar y político que ejercía desde las sombras. De hecho, como se puede apreciar en el gráfico, Cuba ahora tiene una renta per cápita ligeramente superior a la de Venezuela.
Cuba se ha mantenido, de hecho, como uno de los pocos beneficiarios directos de esta tragedia. Gracias al Convenio Integral de Cooperación, la isla continuó recibiendo petróleo subsidiado. Este suministro constante fue vital para la supervivencia del castrismo, que dependía de Venezuela como su principal fuente de energía. Mientras millones de venezolanos sufrían las consecuencias de la mala gestión económica y la corrupción endémica, el régimen cubano aseguraba su abastecimiento energético mediante la colaboración con Chávez y Maduro.
La caída del PIB venezolana vino acompañada de una hiperinflación devastadora, una de las más altas en la historia moderna. Como explica Juan Ramón Rallo en un artículo para El Confidencial, entre 2013 y 2023, el bolívar perdió el 99,999997% de su valor, lo que ha dejado a la población sin apenas capacidad adquisitiva para adquirir productos básicos. Este fenómeno, unido al colapso de la economía real, ha llevado a que el 88 por ciento de los venezolanos viva en la pobreza y que más de un tercio de la población no pueda cubrir sus necesidades alimentarias básicas. A pesar de la propaganda del régimen que busca maquillar la situación, los niveles de miseria en el país se han hecho insostenibles, lo que ha empujado a más de siete millones de venezolanos al exilio.
En resumen, las políticas de Chávez y Maduro no solo destruyeron la economía venezolana, sino que también fortalecieron a uno de los principales aliados del régimen, Cuba. Mientras Venezuela se desmoronaba bajo el peso de la inflación, la pobreza y la represión, Cuba se mantuvo como un beneficiario clave, asegurando su suministro de petróleo y ampliando su control sobre los asuntos internos de Venezuela. Esta alianza, lejos de ser una relación de cooperación mutua, condenó a Venezuela a una espiral de miseria mientras apuntalaba el régimen cubano, consolidando un ciclo de dependencia y represión que sigue vigente hasta hoy.
Perspectivas internacionales y de futuro
La alianza entre Cuba y Venezuela ha tenido un impacto profundo no solo en ambos países, sino también a nivel internacional. La creciente influencia cubana en el aparato de seguridad venezolano y el apoyo incondicional de La Habana a Nicolás Maduro han generado condenas por parte de numerosos gobiernos, especialmente tras las elecciones fraudulentas de 2024, en las que la oposición y varios organismos internacionales denunciaron irregularidades masivas. Estados Unidos, la Unión Europea y varios países de América Latina han exigido mayores garantías democráticas y han impuesto sanciones tanto a Venezuela como a figuras clave del régimen cubano, en un esfuerzo por aislar y debilitar esta alianza que sigue vulnerando los derechos fundamentales de los venezolanos.
A pesar de las crecientes presiones internacionales y las crisis internas, el vínculo entre Cuba y Venezuela sigue siendo crucial para la supervivencia de ambos gobiernos. Cuba necesita el petróleo venezolano para mantener su economía a flote, mientras que Venezuela depende de la experiencia cubana en materia de control y represión para mantener en pie el liderazgo de Maduro. Con todo, las sanciones impuestas a ambos regímenes y el colapso económico propio del modelo comunista implementado en ambos países ponen en jaque la sostenibilidad de la relación. La presión internacional y la creciente inestabilidad interna podrían terminar de hacer que esta dinámica salte por los aires, de modo que parece lógico pensar que, cuando caiga uno de los dos elementos de este particular eje, el otro se vendrá abajo con cierta rapidez.
En cuanto al futuro, uno de los principales interrogantes es hasta cuándo podrá Maduro mantenerse en el poder con el apoyo cubano. Mientras el régimen de La Habana continúe proporcionándole los medios para reprimir a la oposición y controlar las Fuerzas Armadas, es probable que el tirano logre resistir las crecientes demandas de cambio que evocan fuerzas internas y externas. No obstante, si las crisis económicas y políticas continúan escalando, el apoyo cubano podría no ser suficiente para sostener su gobierno indefinidamente. Estados Unidos lidia con un complejo historial de interferencia en los asuntos políticos de la región, de modo que son los países vecinos de Hispanoamérica los que más deberían pensar en cómo responder a esta situación tan aberrante.