Dolarizar Cuba (III)
Después de analizar en las dos anteriores entregas la grave distorsión monetaria en Cuba y las experiencias internacionales de dolarización, es momento de abordar cómo implementar la dolarización en Cuba de forma efectiva. Este análisis se enfocará en los pasos previos y reformas necesarias antes de adoptar el dólar como moneda oficial, detallará un plan concreto de adopción del dólar en la isla, examinará cómo dicha transición aportaría estabilidad financiera, y concluirá con una propuesta de diseño de un sistema financiero competitivo en una Cuba ya dolarizada.
Reformas previas indispensables antes de dolarizar
Antes de dar el paso hacia la dolarización oficial, Cuba debe emprender una serie de reformas fiscales, legales e institucionales que sienten las bases de una economía estable y abierta. Dolarizar no es una panacea por sí sola; requiere un entorno propicio para que la adopción del dólar funcione correctamente. Entre las reformas previas más importantes figuran:
El gobierno cubano debe eliminar el financiamiento monetario del déficit y equilibrar su presupuesto antes de dolarizar. Esto implica recortar gastos, reducir subsidios y aumentar ingresos, prohibiendo al banco central financiar al Tesoro.
Se requieren reformas institucionales para garantizar la propiedad privada, la libertad contractual y el estado de derecho. Esto incluye reconocer la empresa privada, asegurar la autonomía judicial y eliminar trabas burocráticas.
La dolarización en Cuba requiere la liberación de precios y la eliminación de controles y subsidios. Los precios deben reflejar la oferta y demanda para incentivar la producción e importación.
Cuba necesita unificar el tipo de cambio, frenar la impresión de pesos y acumular reservas de divisas antes de la dolarización. El Banco Central debería actuar solo como administrador del cambio y congelar la expansión monetaria.
Estas reformas – disciplina fiscal, seguridad jurídica, libre formación de precios y saneamiento monetario – crearán las condiciones básicas para que adoptar el dólar sea beneficioso y no un simple parche paliativo. Varios economistas advierten que dolarizar sin cambios estructurales de fondo no resuelve el problema raíz, que es el modelo económico estatista y poco productivo de Cuba. Por eso, debe insistirse: la dolarización debe ir acompañada de una apertura económica más amplia. Solo así la nueva moneda fuerte podrá arraigarse en un entorno de libertades económicas y responsabilidad fiscal.
Plan para implementar la adopción del dólar en Cuba
Suponiendo que se han iniciado las reformas previas, el siguiente paso es trazar un plan claro y factible para adoptar el dólar estadounidense como moneda oficial en Cuba. Este plan debe decidir aspectos prácticos clave: ¿se realizará un canje oficial de pesos por dólares o se dejará flotar al peso hasta extinguirse? ¿Cómo eliminar las restricciones cambiarias vigentes? ¿Cómo integrar la economía cubana al circuito financiero en dólares? A continuación, se propone una hoja de ruta con las acciones principales para ejecutar la dolarización:
Anuncio y marco legal de la dolarización: el gobierno de transición debe comenzar con una declaración oficial de intenciones: anunciar públicamente la decisión de reconocer el dólar estadounidense como moneda de curso legal en Cuba a partir de una fecha determinada. Este anuncio debe venir acompañado de un marco legal (decreto o ley) que establezca los principios de la transición: por ejemplo, que a partir del “Día D” el dólar será la unidad de cuenta oficial para todas las transacciones, contratos y registros contables en el país. Esta ley deberá también derogar la obligatoriedad del uso del peso cubano, permitiendo desde ya la libre tenencia y uso de divisas a todos los actores económicos (algo que, aunque legal desde los 90, aún tenía restricciones prácticas). Es importante que el anuncio inspire confianza y credibilidad: debe quedar claro que no habrá marcha atrás en la decisión y que el Estado respaldará el proceso. Asimismo, se comunicará cómo se manejará el periodo transitorio antes del Día D.
Eliminación inmediata de restricciones cambiarias: acto seguido, se deben abolir todas las restricciones de cambio de moneda y el control estatal sobre el mercado de divisas. Esto implica legalizar el libre intercambio de pesos y dólares a precios de mercado. Si hasta ahora existían límites o licencias para cambiar dinero, quedan sin efecto. Los cubanos, tanto ciudadanos como empresas, deben tener la libertad de acudir a bancos, casas de cambio o mercados financieros para comprar o vender dólares sin trabas administrativas. El tipo de cambio será determinado por la oferta y demanda, eliminándose la dualidad de tasas oficial vs. informal. En la práctica, esto reconocerá la cotización real que ya establece el mercado negro (hoy muy por encima de la tasa oficial). Durante este periodo pre-dolarización, el peso fluctuará libremente; es posible que siga perdiendo valor, pero esto simplemente reflejará la realidad previa a fijar la conversión. El objetivo de esta medida es transparentar el valor del peso y reducir la liquidez excedente: se espera que muchos agentes económicos comiencen a dolarizar voluntariamente sus balances, cambiando pesos por dólares, lo que disminuiría la masa monetaria en circulación antes del canje final.
Definir la tasa de conversión y el canje de pesos (si lo hubiera): un punto crucial es decidir si se hará un canje oficial de los pesos cubanos por dólares y a qué tipo de cambio. Existen dos enfoques posibles:
Canje oficial total o parcial: fijar una tasa de conversión oficial (por ejemplo, X pesos por 1 USD) y ofrecer a la población canjear sus pesos en efectivo y depósitos bancarios por dólares del Estado a ese valor. El gobierno necesitaría suficientes divisas para respaldar parcialmente el canje. Dado el precario nivel de reservas de Cuba, probablemente sería necesario buscar apoyo externo (por ejemplo, organismos internacionales o países amigos) para obtener fondos. Analistas ya habían propuesto esta idea años atrás. En un escenario de transición democrática, no es descartable conseguir créditos o ayudas internacionales para financiar este canje inicial, ya que la estabilidad resultante beneficiaría a todos. El canje podría tener límites por persona para proteger a pequeños ahorristas y evitar que grandes acumuladores de efectivo – muchas veces resultado de actividades ilícitas o privilegios – se beneficien excesivamente.
Dolarización sin canje (conversión de hecho): Tras la fecha anunciada, el peso dejaría de ser moneda de curso legal y pasaría a valorarse únicamente en el mercado, sin conversión oficial. Esto significa que cada quien convierte sus pesos a dólares al precio que consiga. Este enfoque, aplicado en países con hiperinflación, implica abandonar la moneda nacional sin compensación formal debido a su valor nulo. La ventaja es que no requiere reservas ni endeudamiento externo, ya que el mercado asume la conversión. Sin embargo, los poseedores de pesos podrían perder casi todo su poder adquisitivo de la noche a la mañana, generando descontento social.
Una alternativa intermedia es hacer un canje parcial: por ejemplo, convertir solo una fracción de los depósitos bancarios a una tasa fija y el resto dejarlos a mercado, o canjear hasta cierto monto por persona. Cualquiera sea la modalidad elegida, es fundamental que la tasa de conversión fijada sea realista. Intentar sobrevaluar el peso (fijar pocos pesos por dólar) solo generaría escasez de dólares y mercado negro, mientras que infravalorarlo en exceso sería innecesariamente perjudicial para los tenedores de pesos. Lo más prudente es basarse en la cotización del mercado libre cercana a la fecha de dolarización para definir la tasa de cambio oficial (por ejemplo, si 1 USD = 300 CUP en mercado, usar algo próximo a 300). El objetivo es cerrar definitivamente el capítulo del peso con un proceso ordenado, compensando en lo posible a la ciudadanía, pero sin comprometer la solvencia del nuevo régimen monetario.
Conversión de salarios, precios y contratos: llegado el Día D (la fecha de adopción oficial del dólar), todos los salarios, precios, cuentas bancarias y contratos en moneda nacional pasarán a expresarse en dólares. Esto requiere un gran trabajo administrativo: cada entidad pública y privada debe recalcular sus nóminas y precios al dólar según la tasa de conversión adoptada. Puede implicar ajustes adicionales – por ejemplo, si el tipo de cambio es muy alto, algunos salarios públicos podrían quedar en niveles extremadamente bajos en dólares y quizá requieran complementos temporales o reajustes para asegurar un mínimo vital. Sin embargo, es preferible abordar esas ayudas de forma transparente en el presupuesto, antes que distorsionar el tipo de cambio general. Todos los contratos vigentes (alquileres, deudas, etc.) pactados en CUP se redenominarán a USD automáticamente al tipo establecido. Los precios de bienes y servicios quedarán completamente liberalizados en dólares desde ese momento; el Estado debe abstenerse de controlarlos. La libre competencia y la importación privada contribuirán a estabilizar esos precios en el nuevo entorno dolarizado.
Retiro del peso cubano y adaptación del sistema de pagos: con la introducción oficial del dólar, el antiguo peso cubano debe ser retirado de circulación. En los días posteriores al Día D, los bancos y entidades comerciales recogerán los billetes y monedas de CUP remanentes (ya sea canjeándolos si hay conversión oficial, o simplemente dejándolos de aceptar si no la hay). Eventualmente, el CUP dejará de existir legalmente. Durante un breve periodo de transición, podría permitirse a las tiendas y negocios aceptar pagos en pesos al valor de cambio del día, para facilitar a quienes no pudieron cambiarlos antes, pero esto debería durar lo mínimo posible. Por otro lado, el sistema bancario y de pagos debe reconfigurarse a dólares: los cajeros automáticos dispensarán dólares (o quizás pesos convertibles como billetes de menor denominación si se prefiere no manejar suelto en centavos de dólar, aunque bien se pueden usar centavos y monedas de US$1). Se deberá gestionar la provisión de suficiente efectivo en dólares, así como fomentar el uso de medios de pago electrónicos en USD (tarjetas, transferencias) para minimizar problemas de cambio menudo. Toda la contabilidad nacional se convertirá a dólares: desde las cuentas gubernamentales hasta las estadísticas económicas y los balances empresariales. En resumen, se “rebautiza” la economía cubana en la nueva unidad monetaria.
Apertura comercial y financiera al exterior: en paralelo a los pasos monetarios, el plan debe incluir la apertura de Cuba al comercio y las inversiones internacionales, indispensables para que entren los dólares necesarios a la economía. Dolarizar sin abrirse sería condenar al país a una escasez permanente de divisas. Por tanto, se facilitará la exportación, el turismo y la inversión extranjera directa: quitar aranceles excesivos, burocracia y trabas a exportadores e importadores, y ofrecer garantías a inversionistas foráneos (seguridad jurídica, posibilidad de repatriar ganancias, etc.). La meta es que Cuba genere sus propios dólares a través de sus productos, servicios y atractivos, en lugar de depender únicamente de remesas o créditos. Con una moneda confiable y sin controles, sectores como el turismo, la agroindustria de exportación, la biotecnología o la minería podrían despegar, atrayendo capital fresco. Este flujo de entrada de divisas será a la vez causa y efecto de la dolarización exitosa: al entrar más dólares por la apertura, la economía dolarizada se nutre y crece; y al estar dolarizada con estabilidad, resulta más atractivo invertir y comerciar con la isla.
Transparencia y comunicación durante la transición: un componente final del plan es mantener informada a la población en cada etapa, con transparencia total sobre las medidas. La credibilidad es crucial: los cubanos deben confiar en que sus ahorros en dólares estarán seguros, que no habrá sorpresas de reconfiscación (como ocurrió con el CUC en el pasado), y que el gobierno actuará con responsabilidad. Para ello, las autoridades de transición podrían invitar a observadores internacionales o expertos externos que avalen el proceso, dar informes periódicos sobre el avance de la conversión monetaria y establecer canales de atención al ciudadano para resolver dudas (por ejemplo, ¿qué hacer con billetes deteriorados?, ¿cómo se manejarán deudas en pesos, etc.?). La comunicación clara mitigará rumores y evitará pánico. Además, debe quedar establecido que tras la dolarización no se introducirá una nueva moneda local en el corto plazo – el compromiso es duradero. Sólo con el paso de muchos años de estabilidad y crecimiento podría considerarse crear una moneda propia, pero eso es otra historia y, de hacerse, sería bajo otras circunstancias muy distintas.
Con este plan, Cuba efectuaría la transición al dólar de forma ordenada y con el menor trauma posible. Muchas transacciones en la isla de facto ya ocurren en dólares o divisas, pero al formalizar y liberalizar plenamente su uso se eliminarán las dualidades y arbitrajes que hoy castigan a la mayoría. Vale la pena recalcar que, para el éxito del plan, las reformas previas mencionadas (fiscales, institucionales) deben ponerse en marcha a la par. Dolarizar no será efectiva si el Estado sigue gastando irresponsablemente o si la iniciativa privada continúa amordazada. Cuando ambos frentes avanzan juntos – estabilización fiscal/estructural y cambio de moneda – se crea una sinergia positiva hacia la estabilidad y el crecimiento.
¿Por qué la dolarización aportaría estabilidad financiera?
Una vez implementada la adopción del dólar, Cuba puede esperar múltiples beneficios de estabilidad financiera que actualmente le son esquivos. Analicemos cómo la transición monetaria contribuiría a sanear y robustecer el sistema económico:
La dolarización eliminaría la inflación crónica en Cuba al impedir la emisión monetaria inorgánica. Esto traería estabilidad de precios, permitiendo el ahorro, crédito y planificación a largo plazo.
La dolarización fija un referente estable para los valores económicos, recuperando la confianza de la población e inversores. Esto reduce la incertidumbre, aumenta los depósitos bancarios y genera fondos para proyectos productivos.
La dolarización elimina el riesgo cambiario interno, permitiendo a empresas y familias planificar sin temor a devaluaciones. Cuba, al importar el 80% de sus bienes esenciales, se beneficia de ingresos y reservas en dólares, asegurando pagos sin fluctuaciones.
La dolarización impone disciplina fiscal al gobierno cubano, obligándolo a financiar sus gastos con ingresos, endeudamiento responsable o ayuda externa. Esto reduce déficits y deuda, mejorando la solvencia estatal y la estabilidad económica.
La dolarización de Cuba atraería inversión extranjera y reduciría el riesgo país al eliminar la devaluación y la inflación. Facilitaría la repatriación de utilidades, el acceso a crédito externo y la canalización de remesas al sistema financiero formal, impulsando la liquidez y la inversión interna.
Antes de pasar a la sección final, conviene hacer una aclaración: la estabilidad que brinda la dolarización no significa que desaparezcan todos los problemas económicos automáticamente. Si bien es una condición necesaria para sanear la economía, no es suficiente por sí sola. Debe ir acompañada de políticas que impulsen la productividad y la oferta de bienes. La gran diferencia es que, con estabilidad monetaria y financiera, esas políticas productivas tienen terreno fértil para surtir efecto. En cambio, con hiperinflación y caos cambiario, ninguna reforma producirá frutos. En definitiva, la dolarización provee el suelo firme sobre el cual reconstruir la economía, pero sobre ese suelo hay que edificar con trabajo, inversión y buen gobierno.
Hacia un sistema financiero competitivo en una Cuba dolarizada
Logrado el cambio al dólar y alcanzada la estabilidad básica, el siguiente desafío – y nuestra propuesta final – es diseñar un sistema financiero moderno, dinámico y competitivo que sirva de motor para la prosperidad en la Cuba dolarizada. Esto implica romper definitivamente el monopolio estatal bancario, aprovechar los flujos de remesas de la diáspora, incorporar nuevas tecnologías como las criptomonedas, y fomentar la competencia y la innovación entre instituciones financieras. A continuación, delineamos las características de este sistema financiero propuesto:
Se propone la apertura de la banca cubana a la iniciativa privada y extranjera, permitiendo la entrada de bancos privados y la posible reestructuración de los estatales. Esto fomentará la competencia, mejorará los servicios financieros y permitirá la elección libre de banco. El Estado actuará como regulador.
Cuba debe integrar las remesas, cerca de 2.000 millones de USD anuales, en la economía permitiendo depósitos en bancos locales y ofreciendo instrumentos de ahorro atractivos. Esto fomentaría la inversión en negocios locales y proyectos de la diáspora, convirtiendo las remesas en una palanca de desarrollo.
Cuba debería regular el uso de criptomonedas como Bitcoin y stablecoins, reconociéndolas como medios de pago voluntarios y activos de inversión. Esto diversificaría las opciones financieras, atraería inversión extranjera y posicionaría a Cuba como líder tecnológico en el Caribe.
Un ecosistema financiero robusto en Cuba dolarizada debe incluir diversidad de instituciones financieras, desde cooperativas locales hasta fintechs y aseguradoras extranjeras. La competencia entre estos actores, junto con la entrada de entidades extranjeras, estimulará la mejora continua de servicios y tasas de interés justas. Un ente regulador independiente supervisará la solvencia y protección al consumidor.
La dolarización de la economía cubana debe incluir libertad cambiaria y financiera plena, permitiendo transacciones en dólares sin controles administrativos y libre entrada y salida de capitales. Esto incentivará la inversión extranjera e integrará a Cuba al sistema financiero mundial, mejorando la competitividad.
En conjunto, estas medidas dibujan un panorama de una Cuba dolarizada con un sector financiero vibrante y plural, muy distinto al esquema centralizado y raquítico actual. Los beneficios de este modelo serían numerosos: los cubanos tendrían acceso a crédito para emprendimientos, agricultura, vivienda, consumo, algo inexistente hoy; podrían asegurar sus riesgos (un cultivo, un auto, su salud) en aseguradoras confiables; ahorrar en dólares de forma segura y remunerada en lugar de esconder divisas bajo el colchón; las empresas tendrían opciones para financiarse y crecer; la diáspora se convertiría en socio del desarrollo, no solo en proveedor de remesas de subsistencia; y el Estado, al ya no ser dueño absoluto de la banca, ganaría en recaudación impositiva proveniente de una economía en expansión en vez de tratar de controlar cada transacción.
Dolarizar la isla no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar estabilidad y libertad económica tras décadas de intervencionismo fallido. La dolarización debe ir acompañada de reformas profundas que abran la economía y sienten bases sólidas. Hechas esas tareas, la adopción del dólar puede erradicar la inflación, restablecer el valor del ahorro y la inversión, e integrar a Cuba al circuito financiero global. Como dice Carlos A. Montaner, “La moneda devaluada y ‘barata’ es otra forma de enmascarar la pobreza”. Con una moneda fuerte y un sistema financiero libre, Cuba tendría las herramientas para superar la pobreza en vez de disfrazarla. La competencia bancaria, la afluencia de capitales y las nuevas tecnologías financieras brindarían a los cubanos opciones y oportunidades nunca vistas. Dolarizar la isla significa cambiar de rumbo: apostar por la estabilidad, la confianza y la libertad económica como cimientos de una Cuba próspera y verdaderamente libre.