El 89% de los cubanos viven ya en situación de pobreza extrema
En octubre de 2024, Cuba experimentó uno de los apagones más severos de su historia reciente, con una duración de casi 72 horas. Este colapso energético no solo sumió a millones de cubanos en la oscuridad, sino que también puso de relieve la magnitud de la crisis económica y social que sufre el país. La falta de electricidad es solo una manifestación de los problemas estructurales que han afectado a Cuba durante décadas, exacerbados por la falta de inversión en infraestructura básica y una economía que depende en gran medida de recursos externos. Los cubanos, sin refrigeración ni acceso a servicios básicos, tuvieron que recurrir a métodos rudimentarios para cocinar, como el uso de leña, en un claro reflejo de la falta de modernización de los servicios esenciales.
Esta enésima crisis es un reflejo de la situación de estancamiento económico en Cuba, un país donde el deterioro de las infraestructuras más básicas afecta a todos los aspectos de la vida cotidiana. Según informes del Observatorio Cubano de Derechos Humanos, los apagones se han convertido en una de las principales preocupaciones de la población, solo superada por la escasez de alimentos. La situación es particularmente crítica en sectores clave como la red de agua potable, donde alrededor de 2 millones de personas no cuentan con un acceso estable a dicho servicio, lo que agrava diversos problemas de salud y bienestar en las zonas más afectadas.
Este colapso energético se suma a la creciente crisis de seguridad alimentaria que también ha afectado al país. La producción local de alimentos ha disminuido significativamente en los últimos años, a raíz de una serie de fenómenos climáticos adversos y de la falta de insumos agrícolas esenciales para el sector primario. La importación de alimentos, que se ha vuelto fundamental para satisfacer las necesidades básicas de la población, se ve no obstante muy limitada por la constante escasez de divisas y la concatenación de todo tipo de restricciones comerciales. Según datos recientes, más del 37 por ciento de los cubanos viven en condiciones de inseguridad alimentaria, un indicador alarmante que refleja la incapacidad del régimen para satisfacer las necesidades más elementales de su población.
La falta de una respuesta efectiva por parte del régimen que ahora encabeza Díaz-Canel ha desencadenado protestas en diversas ciudades de la isla. Los ciudadanos reclaman mejores condiciones de vida y piden una solución a los apagones y la escasez generalizada. Desde las protestas masivas del 11 de julio de 2021, los apagones han sido un catalizador recurrente de este innegable descontento social, que revela un cansancio profundo en relación con las políticas del Partido Comunista de Cuba. La desconfianza hacia las autoridades se sigue intensificando, a medida que el régimen no logra asegurar siquiera las condiciones más básicas de electricidad, alimentación y agua.
Al final, el apagón cubano se ha convertido en un símbolo claro del colapso de un sistema que, en lugar de la prosperidad prometida, ha generado carencias y dificultades para su población. La isla se mantiene atrapada en un modelo económico comunista que no responde a las demandas de una sociedad moderna, y la ausencia de reformas y de recursos financieros ahonda la severidad de una situación de pobreza extrema que ha empujado al éxodo a miles de cubanos que buscan un mejor futuro en otras latitudes.
La falta de energía eléctrica y la total ausencia de condiciones esenciales para el bienestar no solo evidencia una crisis energética, sino que también refleja el colapso efectivo de los principios que sustentan el marco del “socialismo real” impulsado por Fidel y Raúl Castro a lo largo del tiempo y continuado en la actualidad por el gabinete de Díaz-Canel.
Pobreza y derechos humanos en Cuba
Las estadísticas disponibles reflejan efectivamente las carencias esenciales con las que lidia el país, como vemos en los números referidos a la pobreza extrema y la inseguridad alimentaria, dos cuestiones que afectan de manera aguda a parte importante de la población. Para ello, el presente análisis se basa en los datos de la última encuesta del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), entidad de referencia a la hora de seguir y documentar el estado de los derechos sociales en Cuba. Los resultados de esta encuesta, realizada entre mayo y junio de 2024, ofrecen una perspectiva precisa y actualizada de las condiciones de vida en la isla, especialmente en cuanto a las necesidades insatisfechas en materia de alimentación, salud y empleo.
El Observatorio Cubano de Derechos Humanos ha documentado desde 2019 la situación de los derechos sociales en Cuba mediante distintos informes anuales. El organismo se dedica a la defensa de los derechos fundamentales y utiliza una metodología de encuestas representativas para recolectar datos sobre las condiciones socioeconómicas de los cubanos. Las encuestas del OCDH ponen cifras al sentir de miles de ciudadanos repartidos por todas las provincias de la isla, proporcionando una visión detallada de los problemas que enfrentan los isleños a diario y que abarcan retos como un acceso limitado a productos básicos o un descontento generalizado con la gestión de un régimen tan represor como empobrecedor.
La metodología utilizada para esta encuesta incluyó entrevistas asistidas por medios digitales a una muestra de 1.148 personas mayores de 18 años, distribuidas en 78 municipios y con cuotas proporcionales según sexo, edad y raza, siguiendo el censo oficial. Con un margen de error del 2,8 por ciento y un nivel de confianza del 95 por ciento, esta muestra permite hacer inferencias rigurosas sobre la situación general de Cuba. La recopilación de datos se realiza utilizando tecnologías móviles, lo que garantizó una amplia cobertura y permite captar información directa de los hogares cubanos sobre su situación económica y social.
El análisis del presente artículo de Quiero mi Cuba Libre pone encima de la mesa varios indicadores críticos extraídos de la encuesta, en los que se revela el alcance de la crisis social y económica en Cuba. Factores como la inflación, los apagones o la falta de acceso a servicios esenciales o productos alimentarios han hecho que el 89 por ciento de las familias vivan en la actualidad en condiciones de pobreza extrema. La encuesta también destaca que un 91 por ciento de los cubanos desaprueban la gestión del gobierno, lo cual revela un profundo descontento con el régimen.
Los principales problemas de los cubanos
La situación actual de la isla, caracterizada por una variedad de problemas económicos y sociales, refleja claramente el profundo malestar que atraviesa la población. Los apagones, la crisis alimentaria, los bajos salarios y la inflación son indicadores directos de la insatisfacción propiciada por un sistema que no consigue cubrir las necesidades más básicas de la población.
Estos problemas, que afectan tanto la vida diaria como las expectativas de futuro, muestran un modelo productivo en el que las carencias se han vuelto una parte cotidiana de la vida, y bajo el cual la población ve cada vez más limitado su acceso a bienes y servicios esenciales.
El problema de la crisis alimentaria lidera la lista de preocupaciones de los isleños, con un 72 por ciento de los encuestados mencionándola como la principal dificultad que encuentran en su vida cotidiana. La falta de alimentos básicos y el encarecimiento de productos esenciales se han convertido en un reto constante, obligando a muchas familias a reducir sus comidas y a buscar alternativas a la desesperada en el mercado informal. Este contexto alimentario refleja el impacto de la baja producción agrícola y las dificultades para importar alimentos que se siguen de la falta de divisas y a un sistema de distribución centralizada muy deficiente, circunstancias que se traducen en un grave problema de bienestar.
El dato de que un 55 por ciento de los cubanos haya señalado que los apagones son una de sus principales preocupaciones cobra aún más relevancia a la luz de los eventos de octubre, cuando cortes eléctricos continuos dejaron sin suministro a casi toda la población, paralizando el país y exponiendo la fragilidad de su infraestructura. Estos apagones han obligado a las familias a cocinar en la calle y han dejado sin agua a quienes dependen de bombas eléctricas, mientras que algunos de los escasos alimentos almacenados por los hogares se han echado a perder ante la inactividad de las neveras.
Gráfico 1. Problemas que más preocupan a los cubanos.
En lugar de responder con soluciones, el gobierno se ha limitado a advertir a los ciudadanos, con el presidente Díaz-Canel apareciendo en televisión vistiendo el uniforme militar y llamando a la “disciplina” y a evitar disturbios, por supuesto bajo amenaza de severos castigos, como manda la vieja tradición represiva y totalitaria del castrismo. Esta situación evidencia no sólo la ineficacia del sistema energético cubano, envejecido y deteriorado, sino que también pone encima de la mesa el creciente malestar de una población que enfrenta las consecuencias de una crisis energética sin precedentes.
Margen de supervivencia
En el siguiente gráfico se muestra la situación económica de los hogares cubanos, en donde se revela que el 86 por ciento de la población vive en el margen de la supervivencia, una cifra alarmante que refleja la precariedad extrema en la que se encuentran la mayoría de los cubanos. De estos, el 61 por ciento indica tener problemas para comprar lo más esencial para sobrevivir, lo cual implica que muchas familias no logran acceder siquiera a los bienes básicos necesarios para su subsistencia. Este nivel de carencia resalta la insuficiencia de los ingresos en un contexto de alta inflación y escasez de productos, donde incluso los bienes de primera necesidad son difíciles de adquirir.
Además, el 25 por ciento de los encuestados expresa que sus ingresos solo les permiten cubrir lo básico, sin margen para ningún gasto adicional. Apenas un 9 por ciento afirma que puede adquirir algunos productos extra, mientras que un nimio 4% por ciento reporta tener la capacidad de comprar la mayoría de las cosas que desea. Estos datos evidencian una situación de enorme desigualdad económica, en línea con lo observado en otros experimentos comunistas. Bajo un modelo así, solamente una minoría bien conectada políticamente tiene acceso a ciertos bienes de consumo más allá de lo esencial. En cambio, la falta de poder adquisitivo de la mayoría de la población cubana es el reflejo de la pobreza económica que induce un sistema de control y mando aplicado al mercado. Si los hogares se encuentran atrapados en una constante lucha por la supervivencia es porque, por diseño, el castrismo no les ha dado otra opción.
Gráfico 2. Descripción de la situación del hogar.
Escasez de medicamentos
El gráfico sobre el acceso a los medicamentos en Cuba evidencia una situación crítica en la que sólo el 2 por ciento de la población afirma haber obtenido medicamentos sin problemas en la farmacia. Este dato destaca la gravedad de la crisis sanitaria en el país, donde el acceso a medicamentos se ha convertido en un lujo para la gran mayoría. En contraste, un 33 por ciento de los cubanos ha experimentado dificultades para conseguir los fármacos necesarios, ya sea debido a su elevado coste (11 por ciento) o a la escasez de los mismos (22 por ciento). Estas barreras económicas y de disponibilidad reflejan el deterioro del sistema de salud cubano, falsamente vendido por la propaganda del régimen como un modelo de supuesto éxito.
Además, un 46 por ciento de los cubanos ha tenido que recurrir a vías alternativas para acceder a los medicamentos. En concreto, un 13 por ciento depende del envío de familiares en el extranjero, un recurso que no está al alcance de todos. Otro 7 por ciento ha conseguido medicamentos a través de iglesias u organizaciones caritativas, y un 26 por ciento ha tenido que recurrir a otros medios informales para obtenerlos. Esta situación muestra cómo la población cubana ha tenido que adaptarse y buscar soluciones fuera del sistema oficial, recurriendo a redes de apoyo externas o informales debido a la falta de respuesta del sistema de salud estatal.
Gráfico 3. Experiencia de los cubanos a la hora de adquirir medicamentos.
Valoración sistema de salud público cubano
De hecho, la población cubana no tiene una buena valoración del sistema de salud público, como lo muestra la gráfica. Un 89 por ciento de los encuestados califica negativamente el sistema, con un 61 por ciento que lo considera “muy negativo” y un 28 por ciento que lo califica como “negativo”. Este nivel de desaprobación refleja una percepción generalizada de ineficiencia y falta de recursos en el sistema de salud, que no logra satisfacer las necesidades de la población en términos de atención, disponibilidad de medicamentos y condiciones hospitalarias.
En contraste, sólo un 6 por ciento de la población tiene una percepción positiva del sistema de salud, con apenas un 1 por ciento que lo valora como “muy positivo”. Esta baja cifra de aprobación evidencia la crisis en la atención sanitaria en la isla, donde la falta de insumos, la escasez de medicamentos y el deterioro de la infraestructura médica afectan gravemente la calidad de los servicios. La insatisfacción de los cubanos con su sistema de salud es un indicador claro del desgaste del modelo sanitario estatal, que en otros tiempos fue uno de los orgullos de la revolución y que hoy enfrenta graves limitaciones estructurales.
Gráfico 4. Valoración sobre el sistema de salud público cubano.
Seguridad alimentaria
Por otro lado, según un informe del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (titulado “Cuba's Deteriorating Food Security and Its Implications for U.S. Agricultural Exports”), la seguridad alimentaria en Cuba ha empeorado significativamente debido a una combinación de factores económicos y naturales.
La producción agrícola interna ha disminuido drásticamente en los últimos años, y se estima que un 12,8 por ciento de la población (aproximadamente 1,4 millones de personas) no alcanzó el umbral mínimo de 2.100 calorías diarias en 2023. Sin embargo, bajo un escenario alternativo de ajuste en el PIB per cápita, este porcentaje podría aumentar hasta un 37,8 por ciento, afectando a cerca de 4,2 millones de personas.
Este escenario considera que el PIB real de Cuba podría estar sobreestimado en las cifras oficiales, por lo que el ajuste utiliza el promedio de la subregión caribeña, estimando el PIB per cápita en 5.015 dólares, lo que refleja una capacidad adquisitiva aún más limitada para satisfacer las necesidades alimenticias básicas.
La brecha calórica es uno de los indicadores clave de esta crisis, y se refiere a la diferencia entre el consumo real de calorías por persona y el umbral mínimo de 2,.00 calorías diarias recomendado para una dieta saludable. En Cuba, esta brecha alcanza un promedio de 225 calorías por día, lo cual equivale a un déficit anual de aproximadamente 41.000 toneladas métricas de alimentos en términos de equivalentes de granos. Esta situación afecta principalmente a las personas de ingresos más bajos, que no solo enfrentan dificultades para acceder a alimentos, sino que también dedican una mayor proporción de sus ingresos a la alimentación, exacerbando su vulnerabilidad en un contexto de alta inflación y precios elevados.
El estudio también revela que la producción interna de cultivos esenciales, como el maíz y el arroz, ha disminuido de forma alarmante. Entre los años de comercialización 2016/17 y 2023/24, la producción de maíz cayó un 38 por ciento, mientras que la de arroz se redujo en un 58 por ciento. Esta caída en la producción ha obligado a Cuba a depender cada vez más de las importaciones para cubrir las necesidades alimentarias básicas de su población. Los principales productos importados incluyen pollo, trigo y arroz, los cuales son fundamentales para satisfacer las necesidades dietéticas esenciales de los cubanos. Sin embargo, las limitaciones para la captación de divisa extranjera derivada de la caída del turismo, la disminución de las remesas que llegan del extranjero y las dificultades para exportar complican la capacidad del país para financiar tales importaciones en la cantidad necesaria.
Además, el impacto de los desastres naturales ha sido significativo y ha contribuido a agravar la inseguridad alimentaria en el país. En los últimos años, huracanes y sequías han afectado la producción agrícola cubana, generando pérdidas importantes en cultivos esenciales como el plátano y el tabaco. En 2022, el huracán Ian causó graves daños en extensas áreas agrícolas y en la red eléctrica del país. Estos fenómenos naturales no solo han reducido la disponibilidad de alimentos en el mercado interno, sino que también han incrementado la dependencia de importaciones, en un contexto de precariedad financiera y de falta de recursos para abordar esta situación.
Ante este escenario, las alternativas para mejorar la seguridad alimentaria en Cuba son limitadas y requieren un enfoque estructural. Si bien el gobierno cubano ha iniciado algunos esfuerzos, como la promoción de cultivos de soja para reducir la dependencia de aceites importados, la falta de insumos agrícolas, incluidos fertilizantes y pesticidas, sigue siendo un obstáculo importante para aumentar la producción.
Además, la capacidad de compra de la población es insuficiente para acceder a los productos disponibles en el mercado formal o en tiendas emergentes privadas, lo cual resalta la necesidad de apoyo internacional y de reformas profundas. La situación actual refleja una crisis multifacética que requiere tanto recursos externos como, especialmente, de cambios significativos en el modelo de planificación centralizada para aliviar las crecientes necesidades alimenticias de la población cubana.
Mortalidad y diferencias socioeconómicas
En la misma línea, en un trabajo de investigación titulado Systemic Failure and Demographic Outcomes: Cuba's Perfect Storm, los autores Sergio Díaz-Briquets y Juan Carlos Albizu-Campos Espiñeira destacan un preocupante aumento en la mortalidad en Cuba en los últimos años, reflejo de la crisis económica y de infraestructura que vive el país. La tasa de mortalidad general ha incrementado en paralelo al deterioro del sistema de salud, especialmente en áreas rurales y para poblaciones vulnerables. Esta tendencia al alza ha generado un descenso en la esperanza de vida, que alcanzó su punto más bajo en años recientes. La falta de insumos médicos, la caída en la calidad de los servicios hospitalarios y el envejecimiento de las instalaciones han sido factores determinantes en este cambio.
Durante el periodo de 2019 a 2021, la esperanza de vida al nacer en Cuba disminuyó de 77,6 a 71,2 años, representando una pérdida significativa de seis años, lo cual devuelve los indicadores a niveles de 1975. El descenso de la esperanza de vida coincidió con un desolador aumento de la mortalidad materna e infantil, reflejando una mayor vulnerabilidad en las poblaciones de menores recursos, quienes no tienen acceso constante a servicios de salud de calidad. Asimismo, la pandemia de COVID-19, que agravó las limitaciones ya existentes en el sistema de salud cubano.
Esta investigación subraya que, en contextos donde hay suficiente acceso a recursos externos, como el apoyo recibido de la Unión Soviética hasta 1991, el sistema de salud logró mantener una tasa de mortalidad baja y un crecimiento en la esperanza de vida. Sin embargo, con la reducción de estos recursos, los logros alcanzados en el pasado han comenzado a revertirse. Esta dependencia de fuentes externas ha evidenciado la debilidad del modelo interno para sostener una atención sanitaria de calidad, especialmente en épocas de crisis económica como la que vive actualmente el país.
El trabajo concluye que el declive en la esperanza de vida es un indicador de la fragilidad demográfica de Cuba, donde la falta de recursos se traduce en una reducción de las capacidades para enfrentar problemas de salud en la población. Esta “tormenta perfecta” de factores políticos, económicos y sociales está resultando en un deterioro de las condiciones de vida que afecta, especialmente, a las personas mayores y a las comunidades menos privilegiadas, reflejando una desigualdad creciente en el acceso a la salud en la isla.
En definitiva, la creciente crisis de mortalidad y el descenso en la esperanza de vida, junto con la precariedad en el suministro de alimentos y medicamentos, son reflejo directo del malestar de la población. Estos problemas no son meros efectos de la falta de recursos, sino que encuentran su origen en las políticas y decisiones adoptadas por el régimen comunista cubano, el cual ha sido incapaz de garantizar condiciones de vida mínimas para su ciudadanía. La estructura centralizada y la dependencia de fuentes externas han mostrado ser insuficientes y poco sostenibles, contribuyendo al actual estado de vulnerabilidad de los cubanos. En las próximas entregas de Quiero mi Cuba Libre, se abordarán con mayor detalle varios de los indicadores mencionados anteriormente, explorando cómo la salud pública, la inflación o el acceso a servicios esenciales afectan la vida diaria en Cuba.