En la Cuba actual, tras más de seis décadas bajo un régimen comunista, la situación económica y social de sus habitantes sigue marcada por un profundo deterioro y la total y absoluta falta de perspectivas de futuro en caso de que se mantenga el statu quo. El país enfrenta un nivel de pobreza y precariedad que contrasta de manera abrumadora con la etapa previa a 1959, antes de la Revolución castrista, cuando la isla figuraba entre las economías más prósperas de América Latina. La cruda realidad es que hoy, los cubanos viven en condiciones de mera subsistencia, con salarios que apenas les permiten cubrir las necesidades más básicas y, peor aún, bajo una represión que sofoca cualquier forma de disidencia y cualquier requicio de libertad.
Este tercer artículo de Quiero mi Cuba Libre busca examinar la realidad que enfrentan los cubanos en la actualidad, haciendo un recorrido por los desafíos económicos que la población vive en su día a día. A diferencia de los supuestos logros que comunica la propaganda comunista, las entregas anteriores pusieron de manifiesto que la economía de la isla ha caído pasó de una ventaja relativa en la etapa previa al régimen de los Castro y Díaz-Canel a un estancamiento crónico que ha hecho que sus actuales niveles de bienestar estén muy por debajo de la mayoría de países hispanoamericanos. Con una renta per cápita que no avanza y un sistema productivo en continuo proceso de descomposición y colapso, la escasez de alimentos, medicinas y productos de primera necesidad se ha convertido en la norma, y la vida cotidiana está marcada por la falta de opciones.
El modelo económico que inició Fidel Castro, basado en la centralización y el control estatal de la producción, ha demostrado ser incapaz de proporcionar un mínimo de bienestar a la población. El resultado ha sido una economía completamente dependiente de subsidios externos y altamente vulnerable a cualquier cambio en el entorno internacional. La caída de la Unión Soviética y el colapso económico de Venezuela, sus principales apoyos durante distintas épocas, han exacerbado esta situación de crisis permanente y han dejado a Cuba definitivamente en la ruina.
Además de los problemas económicos, la represión política y la falta de libertades han profundizado la sensación de desesperanza en las filas de la población. Por eso, la emigración se ha convertido en la única salida viable para millones de cubanos que, ante la falta de oportunidades y las limitaciones impuestas por el gobierno, optan por arriesgarlo todo y salir del país en busca de una vida mejor fuera de su tierra. El éxodo masivo y el envejecimiento de la población son el claro reflejo de un sistema que no ofrece futuro alguno sus ciudadanos, dejando como resultado una sociedad donde la apatía y la desilusión han calado hondo en el estado de ánimo predominante.
Con este tercer artículo del proyecto se pretende no solo ofrecer un panorama detallado de la situación actual de Cuba, sino también desmontar algunos de los mitos que aún persisten sobre el supuesto éxito del modelo castrista. Al fin y al cabo, lejos de ser un ejemplo de desarrollo y progreso, la Cuba que hoy vive sujeta al autoritarismo de Díaz-Canel es un ejemplo claro de cómo las políticas basadas en la supresión de libertades y la planificación centralizada pueden destruir la prosperidad de una nación y sumirla en la pobreza y la desesperanza.
La miseria, contada en las redes sociales
Los testimonios de cubanos que residen dentro y fuera de la isla reflejan de manera cruda la miseria que enfrentan millones de personas de forma cotidiana en la Cuba actual. Por ejemplo, Lesy Anis Portilla, una tiktoker cubana que emigró a España, ha mostrado en sus redes cómo la precariedad se ha vuelto una característica habitual y normalizada en la vida de la inmensa mayoría de los cubanos.
En un vídeo viral, explica que en su país no tiene sentido hablar de toallas de uso personal, ya que muchas familias apenas pueden permitirse una toalla para todo el hogar: “si vivimos tres en la misma casa, los tres se secan con ella… y el último se queda con lo más mojado”. Este sencillo ejemplo revela la escasez de productos básicos y el deterioro de la calidad de vida. “En Cuba no tengo ni dinero para comprar comida, ¡así que no me voy a dedicar a comprar toallas!”, añade Lesy, dejando claro que bienes tan simples como toallas son un artículo casi inaccesible, puesto que el miserable nivel de ingresos de la población hace que el grueso de la renta se dedique a la compra de alimentos básicos, también disponibles en medio de numerosas situaciones de escasez. En la misma red social, Ana Mateu, otra cubana que también reside ahora en España, ha comparado las costumbres alimenticias de ambos países, recalcando las penurias que enfrentan los cubanos a la hora de conseguir alimentos. Para ella, “hasta el pan con aceite es un lujo, porque en Cuba no hay aceite de oliva y el de girasol se encuentra con dificultad”.
Este tipo de testimonios es importante porque no solo ilustran problemas básicos, como la escasez de productos y la depauperada prestación de servicios básicos, sino que además evidencian cómo la miseria ha sido normalizada. Lesy Portilla, por ejemplo, explica que cuando una toalla se desgasta no se tira, sino que se reutiliza como “trapeador para limpiar el suelo, porque en Cuba no hay fregonas”. De igual manera, Ana Mateu relata que, para muchos cubanos, la falta de opciones alimenticias ha convertido platos nutritivos y simples en un lujo inalcanzable: “no hay carnita, no hay jamoncito… No hay nada”, comenta en relación con las restricciones dietéticas que son cotidianas en Cuba y contrastan con la variedad de alimentos disponibles lejos de la isla.
Por su parte, el músico Yotuel Romero, líder de la agrupación Orishas, se ha convertido en una voz crítica que denuncia la realidad de la isla a través de sus canciones y sus declaraciones en la esfera pública. En respuesta a las críticas del régimen cubano sobre su canción “Ojalá pase algo”, Romero ha ironizado sobre el discurso oficialista que reconoce la pobreza pero niega la miseria. “Si estamos igual que antes del 59, ¿de qué sirvió la Revolución?”, se pregunta Romero. En su opinión, el problema no radica solamente en las carencias materiales, sino en un engaño sistemático que justifica décadas de sufrimiento en nombre de un supuesto proyecto “revolucionario" que no ha logrado nada más que mantener a la población en la precariedad.
Compartiendo la siguiente foto de una calle de La Habana repleta de basura y residuos junto a la Asemblea de Cuba, Yotuel subrayó también en sus canales oficiales la continua degradación de las infraestructuras más básicas y las nefastas condiciones de vida que enfrentan los residentes en la isla.
Muchos cubanos han respaldado las críticas emitidas por Yotuel, que marcan un claro contraste con la actitud sumisa que adoptaron a lo largo de su carrera algunos de los más reconocidos cantautores cubanos. La lista de artistas que prefirieron guardar silencio en relación con la dictadura es larga y conocida, de ahí que las letras y declaraciones del líder de Orishas tengan el valor de darle voz a un pueblo oprimido.
“No estamos igual, estamos peor. Tengo estafilococo desde hace meses y no hay antibiótico”, lamenta una madre en respuesta a la citada fotografía que el artista compartió en su perfil. La falta de medicamentos es un ejemplo más de cómo el desabastecimiento se ha extendido a todos los ámbitos de la vida, haciendo que la enfermedad y el dolor se prolonguen por la ineficacia del sistema de salud cubano, que antaño fue considerado un pilar del régimen. “Sobrevivir se hace cada día más duro”, concluye otro seguidor de Yotuel que reside en la isla, mientras otros usuarios que han emigrado confiesan que el nivel de miseria que atravesaron hasta su salida no tiene parangón en Hispanoamérica, salvando quizá el también delicado caso de Haití.
El contraste con la propaganda oficial es evidente. Mientras el régimen insiste en defender supuestos logros en materia de escolarización o cobertura médica, la realidad que muestran los influencers y artistas cubanos es la de un país donde la supervivencia diaria es una batalla constante. En este contexto, la pregunta que se hace Yotuel, “¿De qué sirvió la Revolución?”, resuena con más fuerza que nunca y expone la magnitud de un fracaso histórico que, lejos de mejorar, sigue perpetuando el sufrimiento de millones de personas que siguen viviendo en una paradisiaca isla devenida en prisión comunista.
La pobreza en la Cuba actual
El acceso a datos realistas sobre la situación de miseria y pobreza en Cuba siempre ha estado condicionado por la falta de transparencia y el férreo control que el régimen ejerce sobre la información. Las cifras económicas y sociales suelen estar manipuladas y presentadas de manera parcial, lo que dificulta una evaluación objetiva de la realidad del país. Sin embargo, algunas organizaciones independientes han logrado realizar estudios que permiten aproximarse a la situación real de la población. Entre estas investigaciones destaca el informe sobre derechos sociales del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), una organización con sede en Madrid que arroja luz sobre las condiciones de vida en la isla en 2024 y revela un panorama alarmante.
El estudio del OCDH, basado en más de 1.000 entrevistas a personas mayores de 18 años y residentes en 78 municipios del país, expone un deterioro significativo de la situación económica de los hogares cubanos. Según el informe, el 86 por ciento de las familias en la isla “se mueven en los márgenes de la supervivencia, lo que implica que apenas logran satisfacer sus necesidades básicas”. Pero lo más grave es que, de este porcentaje, “un 61 por ciento de los hogares no cuenta con ingresos suficientes ni siquiera para comprar lo esencial para sobrevivir”. Estas cifras no solo evidencian la magnitud de la crisis, sino también el nivel de extrema precariedad que ha alcanzado la economía cubana.
El informe también señala que el 89 por ciento de los hogares viven en una situación coherente con los estándares internacionales de la “extrema pobreza”, lo que además supone un incremento con respecto a estudios previos y un claro indicador del colapso económico que enfrenta la isla. Los especialistas consideran que esta crisis es aún más grave que la de los años 90, eufemísticamente descrita por el castrismo como el “Período Especial”, en relación con una combinación de factores como la inflación descontrolada, el desabastecimiento de productos básicos o la pérdida de valor del peso cubano. En términos prácticos, la población cubana se encuentra en una lucha diaria por la supervivencia, lo que se traduce en dificultades no solo para acceder a alimentos, sino también a medicamentos y otros productos esenciales.
Las dificultades para poner un plato en la mesa son un problema recurrente para la mayoría de los cubanos. El 72 por ciento de los encuestados mencionó la falta de alimentos como su principal preocupación. El citado estudio reveló asimismo que 7 de cada 10 cubanos tienen que prescindir del desayuno, la comida o la cena en algún momento por falta de dinero o escasez de comida, mientras que solamente el 15 por ciento tiene ingresos para permitirse las tres comidas diarias sin necesidad de renuncia alguna. Esta situación golpea particularmente a los adultos mayores que tienen menos acceso a remesas llegadas del extranjero o ingresos complementarios, de modo que los abuelos se convierten con frecuencia en el colectivo que más sufre a la hora de conseguir alimentos.
Otro problema que preocupa a la población son los apagones, que siempre han estado ahí pero en tiempos recientes han aumentado en frecuencia e intensidad. A esto hay que sumarle una inflación de hasta tres dígitos que erosiona unos salarios ya de por sí miserables, así como la incapacidad del sistema de salud pública para satisfacer las necesidades básicas. Un 38 por ciento de los adultos mayores no ha podido conseguir medicinas, y muchos otros dependen de donaciones o de trueques e intercambios informales para poder tener acceso a los tratamientos necesarios. Todo esto ocurre en un país que alguna vez se jactó de ser una “potencia médica”, pero que hoy en día tiene hospitales deteriorados y escasez de insumos.
El citado sondeo también describe el papel de las remesas que llegan del exterior. Quienes reciben apoyo económico de familiares o amigos radicados en el extranjero representan solamente el 24 por ciento de la población. Dicho colectivo tiene al menos más posibilidades de cubrir sus necesidades básicas; en cambio, quienes no tienen esta fuente de ingresos enfrentan una situación mucho más grave. Para estos cubanos, entre quienes destaca para mal la situación de afrodescendientes y desempleados, la supervivencia depende del entramado informal y de ayudas esporádicas que no garantizan la seguridad alimentaria ni la estabilidad económica.
Estas estadísticas no solo muestran una economía en crisis, sino que también explican el creciente descontento con el gobierno. El 91 por ciento de los encuestados desaprueba la gestión económica y social del régimen, y apenas un 4 por ciento la valora como favorable. Tal descontento se ha manifestado en protestas en todo el país, si bien estas acciones se ven frecuente reprimidas por el régimen. Solamente en septiembre, el OCDH documentó al menos 286 episodios de represión por parte del régimen, un listado que incluye 63 detenciones arbitrarias, amén de 62 episodios de maltrato a presos políticos, 19 amenazas por parte de las autoridades, 16 situaciones de hostigamiento por parte de efectivos del régimen, 19 amenazas explícitas contra disidentes, etc. Pese a ese clima de violencia, la escasez de alimentos, la falta de medicamentos, el deterioro de los servicios públicos y las miserables condiciones de vida han empujado a muchos cubanos a desafiar el control estatal, exigiendo cambios y respuestas ante una situación que, si bien parece ser límite, en realidad continúa empeorando cada día.
A pesar de los intentos del gobierno de ocultar la magnitud de la crisis, la realidad es que Cuba se ha convertido en el país más pobre de América Latina. Un ranking dedicado a esta cuestión y elaborado por DatoWorld con datos para 2023 colocó a Cuba en cabeza de la región. Si en Chile o Uruguay vemos que la pobreza tiene una incidencia cercana al 10 por ciento, en Cuba se alcanzan cotas que rebasan el 70 por ciento.
Las preferencias reveladas
En los últimos meses, la situación límite que también atraviesa Venezuela por la adopción de un modelo comunista ha centrado la atención internacional. Se ha hablado mucho del éxodo que ha propiciado la miseria imputable al régimen de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, pero cabe decir algo similar de lo que está pasando en la isla, donde el éxodo masivo de cubanos es un fenómeno muy notable que está poniendo en jaque al régimen de Díaz-Canel. Se estima que alrededor de 1,3 millones de personas han abandonado la isla en los últimos años, según informó un funcionario de la Oficina Nacional de Estadística e Información en una comparecencia oficial en sede parlamentaria.
Aunque no existen datos oficiales confiables que respalden estos hechos, las declaraciones de este funcionario del régimen sugieren un descenso del 10,1% en el tamaño de la población solamente entre 2020 y 2024, lo que dejaría a la población efectiva en la isla al borde de caer por debajo de la frontera de los 10 millones de habitantes. Es probable que, según el demógrafo Juan Carlos Albizu-Campos, la cifra real sea incluso inferior y que el número real de habitantes esté ya muy por debajo de dicha marca (en concreto, se estima que el dato real es de unos 8,62 millones de habitantes).
La magnitud del fenómeno no tiene precedentes en la historia reciente de Cuba. Ni siquiera los éxodos más grandes, como el de Camarioca en 1965, el del Mariel en 1980 o el de la crisis de los balseros en 1994, se pueden comparar con las cifras actuales. Por ejemplo, de acuerdo con la autoridad fronteriza de Estados Unidos, más de 850.000 cubanos han llegado al país norteamericano desde el año 2022 hasta mediados de 2024, es decir, de modo que el descenso de la población sería del 18 por ciento.
Como se muestra en el siguiente gráfico, las estimaciones de Naciones Unidas apuntan asimismo que la población de Cuba descenderá notablemente en las próximas décadas, cayendo incluso por debajo de los 6 millones de habitantes si continúa la tendencia actual durante el resto del siglo. Esto implicaría volver a los niveles previos a la Revolución y contrasta significativamente con un mundo para el que el periodo 1959-2100 se habrá saldado con un incremento notable de la población, que se habrá triplicado a lo largo del periodo.
Esto demuestra que la emigración se ha convertido en una de las pocas alternativas viables para los cubanos, puesto que permanecer en el país implica enfrentarse a una economía colapsada y un futuro incierto, amén de una represión continuada de las libertades y derechos más básicos. El deseo de abandonar Cuba, más que un acto de desesperación individual, refleja las “preferencias reveladas” de toda una nación. La salida masiva de personas pone en evidencia la magnitud de la crisis económica y la pérdida total de confianza en el régimen. Abandonar el país no solo es un acto de supervivencia, sino una declaración manifiesta de la falta de oportunidades y del estado de miseria en el que vive la mayoría de la población cubana.
Las informaciones ofrecidas por el régimen reconocen que la pérdida significativa de capital humano que afecta directamente al desarrollo del país. Entre 2021 y 2023, cerca del 80 por ciento de los cubanos que emigraron tenían entre 15 y 59 años, lo que augura un futuro sombrío para una nación que ya enfrenta un envejecimiento acelerado de su población y una tasa de natalidad muy baja. Si la tendencia continúa, Cuba enfrenta una crisis económica aún más acentuada, a raíz de un declive demográfico severo que introducirá aún más retos a medio y largo plazo.
La situación es tan extrema que incluso los niños y adolescentes expresan su deseo de abandonar el país. Un estudio reciente realizado por la Universidad de Oriente mostró que, cuando se pidió a grupos infantiles que expresaran cinco deseos, la mayoría de ellos citó “salir del país” como su principal aspiración. Esta realidad demuestra que el sentimiento de desesperanza ha permeado todas las generaciones, consolidando la migración como la única salida viable.
El impacto social de esta situación también es devastador para las familias cubanas, que ven cómo sus miembros más jóvenes y en edad productiva se marchan, dejando atrás a los mayores y a los más vulnerables. Esta migración masiva está provocando un cambio profundo en la estructura de las familias, alterando los roles y aumentando la carga para quienes se quedan. Mientras tanto, el potencial migratorio sigue siendo altísimo, lo que sugiere que la situación podría empeorar si no se produce un cambio sustancial en el país.
Para el régimen, la emigración masiva también supone un dilema. Aunque la salida de ciudadanos puede disminuir temporalmente la presión social y el riesgo de protestas masivas, la pérdida de mano de obra joven y la creciente falta de confianza en el sistema son aspectos que minan definitivamente su capacidad de resistencia a largo plazo. A medida que más personas abandonan la isla, el peso del envejecimiento y la falta de relevo generacional se convertirán en problemas insalvables para el sistema económico cubano, cada vez más dependiente de las remesas enviadas desde el extranjero.
Este contexto de éxodo masivo se suma a la situación de miseria generalizada que se vive en Cuba. La incapacidad del régimen para ofrecer soluciones concretas y el creciente descontento social indican que la crisis migratoria no se resolverá pronto. Mientras tanto, Cuba sigue su camino hacia convertirse en una de las naciones con mayor índice de pobreza en América Latina y un país en el que el éxodo se ha convertido en la única salida para quienes buscan un futuro mejor.
En definitiva, tras más de seis décadas bajo el régimen comunista, la situación de Cuba es de un deterioro total en todos los ámbitos, sin perspectivas de mejora. La economía se encuentra estancada, y la gran mayoría de los cubanos vive en condiciones de pobreza extrema. Este colapso se ha visto reflejado en un éxodo masivo de la población, con miles de ciudadanos abandonando la isla cada año en busca de un futuro mejor. El modelo económico cubano, basado en la centralización y el control estatal, ha demostrado ser incapaz de proporcionar un mínimo de bienestar a la población, mientras que la dependencia de subsidios externos ha enmascarado la miseria de forma temporal, pero ha terminado exacerbando la crisis en la medida en que ha evitado una situación más transparente de las severas limitaciones propias del modelo castrista. Por el camino, la falta de libertades y la represión continúan ahondando la desesperanza de los ciudadanos, que ven en la migración la única salida viable.
En este contexto, queda claro que la Revolución Cubana, lejos de ser un proyecto de éxito, ha hundido a la nación en un estado de precariedad permanente. ¿De qué sirvió la Revolución, pues, si los supuestos logros de la Revolución, como la sanidad y la educación son un mito y si la mayoría de la población vive en la miseria, con un precario acceso a alimentos, medicinas y otros bienes básicos? Este panorama, sumado a la falta de perspectivas para un cambio significativo, ha llevado a Cuba a convertirse en uno de los países más pobres de América Latina. Se trata de una tragedia directamente ligada a las acciones y decisiones de un régimen tan tiránico como tremendamente empobrecedor.
"Resquicio"